Estorninos
( Tribuna Universitaria, 03mar08 ) Se le había llenado el pecho de estorninos y era incapaz de conciliar el sueño. Pasaba las noches en vísperas, mientras notaba cómo algunos jugaban al funambulista entre la cuarta y la quinta costillas, y los más perezosos pernoctaban en los alveolos con la sonrisa del gángster. Mientras no paraban de graznar. Mientras graznaban a coro como los teléfonos que suenan urgentes en el borde de las pesadillas. Ella soñaba con las pesadillas, pero una y otra vez en aquel festival de cisternas rotas no era capaz siquiera de cerrar los ojos y luego despertar sudando. Porque para la medianoche el estruendo ya había sido bombeado varias veces por las venas hasta dejar inundados incluso los seis dedos de su pie derecho. Se le habían colado en los adentros por una puerta con holgura transitoria, que dejó allí, destapada, un ecologista con demasiadas mujeres en peligro de extinción en el fondo de su cuaderno de campo. La primera noche habían anidado a cientos a tra...